lunes, 21 de enero de 2013

¿Cómo es una chica de Madrid?


Adoro llorar cuando estoy triste, y me encanta como saben las lágrimas. Cuando camino por la calle siempre trato de no pisar las rayas que coinciden con las esquinas de los adoquines enmarcados, como cuando era pequeña. Además, cuando cruzo la calle, muchas veces solo piso las líneas blancas. 

Siempre miro mi reflejo en los escaparates y tengo la estúpida manía de colocarme el pelo detrás de las orejas para después volverlo a colocar cubriéndomelas. Adoro las películas de nazis. Quiero una cama con un cabecero precioso. Tengo mi propio Peter Venkman. Me muerdo las uñas cuando estoy nerviosa. A veces creo que nadie me comprende.

Cuando estoy cómoda me hago un moño y odio los reportajes sobre animales. Siempre asemejo el ruido que emiten las teclas de mi teclado de ordenador al ser aporreadas con el sonido que desprenden las de un piano, posiblemente porque para mí las palabras son música. Mi número es el seis.

Me gusta que mi padre me abrace cuando veo la tele. No sé estudiar sin presión. Me gusta hablar de política. Sé como insultarte sin que te des cuenta. Mi color es el naranja. Me gusta compartir risas con mis amigas. No hay cosa que más me desquicie que las conversaciones tontas y vacías de las niñas tontas y vacías.

Me considero una porción de cada persona que ha pasado por mi vida.

Me gusta ponerme la música a tope cuando camino por la calle e imaginar que es la banda sonora de mi propia película. Soy miope. Cada nuevo curso me hago la promesa de ser aplicada. No me gustan las religiones. Muchas veces lloro sin llorar y tiendo a escribir cartas que nunca envío. Adoro la fotografía pero nunca encuentro un buen modelo. 

Soy desordenada 364 días al año, pero siempre hay un día que ordeno cada rinconcito de mi cuarto para desordenarlo al día siguiente. No comprendo, ni quiero comprender los números. No me siento orgullosa ni de mi país ni de ningún otro. Adoro la ropa ancha porque cuando la visto me puedo perder en ella y me gustan los perros porque nunca me dejaron tener uno, aunque ahora tenga la perrita más bonita del mundo. Yo y los diminutivos.

Siempre llevo las uñas pintadas porque me gusta mirarlas y que no parezcan uñas.

Adoro que un libro me enganche tanto que no me apetezca parar de leer y en invierno no hay nada que más me guste que quedarme en pijama todo el día sin salir. Tengo todo un ritual pre-exámenes. Quiero vestirme de novia algún día y correr por la Gran Vía como si huyera de mi propia boda. Me gusta, de cuando en cuando, los días en familia, en los que no hay discusiones. Quiero una mariposa azul tatuada en mi espalda.

Odio a la Iglesia como institución. De ser un día de la semana sería el Jueves. Amo a mi abuela, así como odiaba la idea de que algún día la saludaría y no sabría  quién era yo. Ojalá algún día aprenda a ser como Trish. En Otoño adoro pisar las hojas secas que caen al suelo e inundan la acera.

Me gusta ponerme un jersey de lana que pique y quitármelo inmediatamente. 

Siempre se me ponen los pelos de punta cuando veo a mi hermano tocar y me hace sentirme infinitamente orgullosa. Me gusta morderme los labios por dentro hasta que me sabe la boca entera a sangre. No creo en Dios. 

Tendré un sofá en mi habitación. Me gustaría ser misteriosa. He empezado cientos de diarios y no he acabado ni uno solo. La vida es bella.Tiendo a coleccionar pendientes, aunque luego nunca los uso porque me parecen tremendamente incómodos. Mi miedo más grande es al cáncer, porque no me creo ni la mitad de fuerte que mi madre y sé que no sería capaz de superarlo. 

Me siento una inmigrante. Me encanta el tacto de la harina y odio como huelen las castañas asadas. Adoro esconder la nariz en mi bufanda cuando hace frío  pero odio que se me empañen las gafas al hacerlo. Me gusta dormir hasta tarde, aunque no me importa madrugar. 

Sus manos gigantes en contraposición con mis manos pequeñas.

Adoro el tacto de la barba de mi padre al darme un beso y odio la barba de cualquier otra persona. Me gustan las palomitas con mantequilla y me disgustan miles de comidas. Reina de la ironía en prácticas. Siempre lloró con las películas tristes, aunque en realidad,  lloro por casi cualquier cosa que me inflige dolor, frustración, rabia o pena infinita, incluso puedo llegar a llorar de felicidad.

Creo en la anarquía. Odio que la gente materialice la navidad, pero siempre quiero hacer los mejores y más caros regalos. Me gusta la sopa muy espesa y odio los abrigos de plumas. Odio los prejuicios, pero a veces los tengo.

Aunque sé que los reyes magos no existen para mí es un tema tabú, que conlleva un durísimo y estricto secretismo y que se debe respetar. She's a genius es mi canción favorita. Tengo los paletos grandes y la nariz pequeña. Adoro beber en taza. Me siento bien cuando ayudo a alguien y suelo sonreír a las personas que me miran en el metro. 

Creo que mi madre es la persona más fuerte del mundo. Me gusta como camina Andrea. Tengo miedo a la oscuridad y me gusta observar a la gente mientras paseo por la calle. Quiero viajar a la India, Pakistán, toda África, Sudamérica, China y Afganistán. Me gusta el arte pero odio ir a los museos. Mi casa estará llena de cuadros y posters extravagantes.

La hierba me produce ronchones en la piel, y los purés de verdura me dan arcadas. Odio a mi familia pero la quiero. A veces soy predecible. Tengo demasiada imaginación y puedo llegar a ser la persona más cruel y retorcida. "Habrá oído que no perdemos el tiempo haciendo prisioneros, nos dedicamos a matar nazis, y eso lo hacemos cojonudamente" Malditos Bastardos.

Me he enamorado de un chico muy alto. Confío en la gente pero no me fío de nadie. No se silbar fuerte, ni levantar solo una ceja. Sé cómo hacer daño a la gente, pero también sé como hacerla feliz. "Oh mami, oh papi, soy un tío chachi". Suelo rascarme lo suficientemente fuerte como para hacerme heridas.

Me encanta poner morritos en las fotos y las rodillas siempre me crujen al agacharme. Adoro hacer cosquillas pero yo no tengo. No tengo límites. Me encanta asustar a mi hermano y a Caroline.  "Tan solo una chica delante de un chico pidiéndola que la quiera"

Cuando miro la hora en un reloj de agujas me cuesta adivinar qué hora es. Adoraba los días de baile con Rax después de clase. Soy una mutación de conejo. No me importa lo lejos que está le gente a quien quiero, no la olvido y no dejo de quererla. Odio que mi madre me despierte gritando y levantando la persiana sin más. 

Me gusta mojarme cuando llueve, a no ser que tenga paraguas. Me gusta discutir No me gustan las fronteras. Nada más levantarme siempre voy corriendo a hacer pis. Siempre duermo con la puerta abierta, excepto cuando estoy cabreada o triste que la cierro para que la gente sepa que no quiero que me molesten con “buenas noches”. 

Cuando la gente me habla me pierdo en sus ojos. Vicenç es la versión masculina de mi misma, el libro grande y de tapas duras. Me gustaría ser más espiritual. No voy a intentar engañar a nadie diciendo que me siento orgullosa de mis errores porque me han hecho llegar aquí.

Soy muy bajita pero podría bajar la luna a aquel que la mereciera.

Soy un desastre con el dinero. Adoro pasar apuntes pero nunca me apetece. Cuando estoy triste siempre estoy inspirada. "Never trust a pretty girl with an agly secret" PLL. Suelo pelearme con la tecnología.  Mi risa es contagiosa. Sudaderas enormes. 

Multiculturalidad. Nunca están de más unas agradables cosquillas en mi espalda. Me siento una bailarina genial cuando escucho música clásica. No me importa lo que la gente piensa, pero procuro que la gente no piense nunca en mí. 

Con los años me hice hiriente al hablar. Soy una duda andante pero soy bastante decidida a la vez. Adoro caminar sin rumbo y de repente preguntarme a dónde voy. Me gustan las palabras raras. Cuando me despierto a veces finjo que sigo durmiendo y me invento sueños. 

He pensado en el suicidio igual que todos y cada uno de vosotros. Zorrocotroco. Me gusta imaginarme casada y con hijos, pero a la vez no quiero casarme nunca y simplemente compartir mi vida eternamente con alguien que sepa soportarme. Me gusta hablar en inglés

Soy malísima para las cuentas. Me siento en deuda con mis padres. Creo en los atrapasueños. Me gusta meterme una onza de chocolate en la boca y dejar que se derrita. 

Me gusta como soy, pero me cambiaría entera. Tengo demasiada fuerza. No sé hasta dónde soy capaz de llegar por alguien y eso me asusta. Me encanta pintarme los ojos. Muchas veces soy impredecible. 

Suelo ser imperceptible en clase. Tengo cara de niña.  Siempre he querido tener un perro y ahora que lo tengo, quiero otro. La mitad de las veces soy irracional, el resto no soy nada. Os doy una paliza cuando queráis al 'sing star'.

Me enamoran las sonrisas bonitas. Se me hinchan los labios cuando como cerezas. Me encantan los acentos. Odio a la gente que camina por la calle con el paraguas abierto cuando no llueve. Mi madre cuenta los chistes más malos de la historia, pero siempre se me escapa una risita al escucharlos. Andrea Ibañez Ortega

Mi vida no es mía sin drama. Tengo tantos pañuelos y bufandas en mi armario que las puertas nunca cierran bien. Yo y el leopardo, la película.

A mis eructos siempre les sigue un grito de indignación de Alicia. Soy emocionalmente inteligente, pero al parecer no sé como manejar mis conocimientos. "-Ah, me olvidaba decirte que... -Dilo. - Que tengo unas ganas de hacerte el amor que no te puedes imaginar, pero esto no se lo diré a nadie, sobretodo a ti. Deberían torturarme para obligarme a decirlo. -¿A decir qué? -Que quiero hacer el amor contigo, no una vez solo, sino cientos de veces. Pero no, a ti no te lo diré nunca. Sólo si me volviera loco te diría que haría el amor contigo aquí, delante de tu casa, toda la vida". Me encantan hacer listas de todo, por ejemplo de todo lo que soy y de lo que no soy. 

Me encanta regodearme en cada uno de los instantes que paso a su lado. Pocahontas. Un día salvaré el mundo de una catástrofe tremenda no yendo a clase a primera hora. Tengo superpoderes, pero aun no lo he descubierto. 

Si algún día dejo de escribir, será que he muerto por dentro. 



Y esto, señores, soy yo.

lunes, 14 de enero de 2013

"¿QUE HAY DE NUEVO, VIEJO?"


-Bajo la ventana el escritorio sostenía todo mi caos, a la derecha el armario donde se escondían mis monstruos y a la izquierda un reloj de arena. En la estantería un montón de libros. La cama vacía, deshecha, anhelando que me recueste en ella, o que vuelva él. No lo sé.

En el suelo yo.

La luz estaba apagada pero la pantalla de mi ordenador me iluminaba la cara. Inclinada, miraba hacia delante, pero no veía nada. Era todo tan absurdo.

Posiblemente estuviera manteniendo una conversación con Dios, quizás con mi superego, Buda, Alá... No sé, puede que estuviera hablando con todos ellos a la vez. Una mesa redonda llena de grandes personajes y yo, que apenas llego al metro sesenta. Quién sabe, a lo mejor era algo mucho más parrandero. Un baile. Unas cervezas. No sé, no me acuerdo. Solo sé que llegué a la conclusión de que mejor tarde que nunca, de que  donde caben dos caben tres, de que no por mucho madrugar amanece más temprano y de que bien está lo que bien acaba. Y la verdad es que me importaba una mierda. No quería pensar, quería evadirme, perderme en lo sucedido, llorar. Y eso solo era el principio de lo mucho que tenía que hacer esa tarde.

Y sin embargo, ahí estaba yo, pensando.

Oí un ruido fuera, quizás mi madre volviendo de la compra, y cerré los ojos. ¿Dormir? Si, dormir. Tenía que perderme en los recuerdos, huir y llorar, y yo decidí dormir. Era evidente que algo fallaba. Cerré los ojos y durante unos segundos dejé la mente en blanco, descansé. El frío se iba apoderando de mi, y conforme pasaban los minutos, el invierno se me colaba por los dedos de los pies y subía por mis piernas hasta llegar a la punta de mis pestañas. Nunca había sentido un frío tan intenso. Posiblemente la ausencia de tantos lo potenciaba, lo adulteraba, lo hacía insoportable. Era un frío de los que queman cuando respiras y se cuela por la nariz.

Así que desperté en busca de calor, una manta, un jersey, un abrazo de mi abuela. No encontré nada y tuve que conformarme con la calidez que emanaba mi ordenador sobre-calentado.

Dejé el portátil sobre la mesa, me senté, aparte algunos papeles, ropa y también unos cuantos demonios despistados y me puse a escribir. Escribí sobre la vida, sobre el amor, sobre el desamor, sobre la vida de los enamorados, sobre el amor en la vida, la vida en el amor, sobre la pena de los desenamorados sin vida y el amor que tiene vida de desamorado. Me hice un lío.

Pero de perderme en los recuerdos, huir y llorar nada.

¿Qué me pasaba? ¿Estaba mal hecha? Se me había olvidado como dramatizar.

¡Es imposible! Soy lo más dramático y teatral que puedas encontrar en todo Madrid. Algo en mi interior se había roto y fuera lo que fuese, afectase a la glándula que afectase, a los ojos, al corazón o al estómago, no me permitía llorar.

Fui al baño, me mojé la cara, incluso me forcé a pensar en gatitos atropellados y en perros abandonados. Nada. Puse cara de pena frente al espejo y me quedé observándome, esperando alguna reacción. Y excepto una mancha de pasta de dientes con forma de pato de goma en el cristal no vi nada, nada más que el reflejo de una versión muy pobre de mi "yo triste".

Era tan ridículo que dejé de intentarlo. Me senté en la cama deshecha y me quedé mirando la puerta. Sino entraba por ella algún tipo de reacción en los cinco minutos que restaban para las siete de la tarde, debía cerrarla y centrarme en algo productivo, como pintarles bigotes a los monstruos de mi armario, que a esas horas aun dormían.

Pero no pasó nada. Ni siquiera tenía fuerzas o ganas, o ni fuerzas ni ganas de tenerlas, para levantarme y jugar a que no había pasado nada.

Cerré la puerta de mi cuarto y apoyé la espalda contra ella. Si algún tipo de sentimiento, vestido de tristeza, enfado, amargura, o incluso de alegría, pretendía entrar ahora, se lo impediría.

Pero como nadie intentaba abrir, acabe por deslizarme por la puerta hasta el suelo y sentarme. Gatee hasta el móvil, 7:01, seguro que podía dejarla abierta otro par de minutos. Pero no lo hice.

Cerré la puerta, cerré la mente y cerré los ojos. Si quedaba algún resquicio de culpabilidad, lo he ido perdiendo por el camino. Simplemente no supe que sentir, así que me decanté por no sentir nada. Algo me comía y decidí pararlo, y no me considero peor persona por ello. De hecho, he sido más lista que otros tantos que optaron por torturarse.

¿No crees Bugs? ¿Se me ha ido la olla Mouse?



jueves, 10 de enero de 2013

TIME'S UP


"Me he convertido en una persona de las que odias"


Nunca fuiste de cumplir con tus promesas.

"Bueno, ya llegó la hora. Así que adiós. Te quiero"

martes, 8 de enero de 2013

La chica de Madrid


Sólo sé funcionar bajo presión. Nunca después de perder la oportunidad y justo antes de que sea imposible. Yo, como soy pequeña, quepo en la diminuta rendija entre "tu momento" y "ya es tarde". Por eso hago la cama justo en ese intervalo de tiempo en que ni tengo tiempo, ni llego tarde a clase. Y cuando estoy en un examen acabo justo para entregarlo cuando el profesor dice que no recogerá más. Estudio el último día. Pago mis clases a final de mes y nunca nunca descambio los regalos con tiempo. Soy un reloj que apura cada segundo antes de marcar en punto. 
No sé vivir sin presión.

De tal modo que siempre viviré sin agobio alguno, hasta el último momento. Nunca diré que si, hasta que casi se me haya pasado el turno. Siempre llegaré tarde, pero no lo suficiente como para que no haya nadie esperándome...

Y por eso, le pido paciencia. Paciencia conmigo, y con mis otras manías. Paciencia con esos vaivenes de personalidad pre-exámenes y con mis insanas ganas de vivir un drama diario. Soy una sucesión de contratiempos, las pequeñas aventuras de Irene. 

De cuando en cuando soy una persona normal, cada dos lunas llenas. Y en verano suelo quemarme, soy humana. Pero por lo demás emano rarezas.




Pero sobretodo se me da genial ser la chica de Madrid. Su chica de Madrid.




MIAU