miércoles, 28 de mayo de 2014

¿Qué tiene que decir una antropóloga de la Cañada Real?

De la realidad a la noticia, una visión antropológica





El sol nos daba con fuerza en la nuca y el polvo se nos metía en los pulmones. Acabábamos de comenzar nuestro paseo por la Cañada Real Galiana. Era todo un acontecimiento. 

Desde hacía ya un mes, las compañeras del Grado de Antropología Social y Cultural de la Universidad Autónoma de Madrid,  habíamos estado trabajando con la imagen de la Cañada. Habíamos visionado alrededor de 50 reportajes y documentales en internet. Yo, personalmente, me esperaba cualquier cosa. En todas las noticias hablaban de la droga, de gitanos delincuentes y de chabolismo. Esencialmente, esto era la Cañada Real para mí, y para la gran mayoría de españoles.

El Departamento de Antropología nos animó a que visitásemos el barrio. Nuestra primera reacción fue de auténtico pavor. En mi cabeza resonaban trozos de todos los videos que habíamos analizado: “el mercado de la droga más grande de toda Europa”, “los carteros tienen miedo a entrar”, “una joven autista es hallada desnuda y tendida sobre sus excrementos en la Cañada”, “desarticulado uno de los clanes de la droga más activos de la Cañada Real”, “viviendas ilegales y chabolismo a las afueras de Madrid”… ¿Por qué íbamos a querer ir a un sitio así?

Un mes después, ahí estábamos. Un grupo de diez antropólogas, de no más de 25 años, recorriendo la Cañada. ¿Qué nos encontramos?

Lo primero de todo: un barrio. Un barrio con casas y con vecinos. Y esa fue nuestra primera y gran sorpresa.


La Cañada Real se compone de seis sectores, todos ellos distintos. Cada uno tiene sus peculiaridades. En unos hay más inmigración, en otros menos. Unos están afectados por los derribos, otros no. Sin embargo, toda la Cañada está afectada por la imagen que se da de ella en los medios de comunicación. Y no solo nos dan una imagen del barrio, también de todos los que allí viven.

Durante el paseo por la Cañada recorrimos cinco de los seis sectores. Vimos los escombros de las casas derribadas por los ayuntamientos con la ayuda de la policía, a las mujeres que cuidaban de los bebes. Vimos movimiento en las naves industriales y camiones que entraban y salían. Mujeres y hombres trabajando. Lo que no vimos fue trapicheo. No vimos jeringuillas en el suelo, aunque si suciedad. No vimos gitanos vendiendo drogas, aunque sí que vimos gitanos. No vimos toxicómanos. No fuimos agredidas. No nos gritaron. No nos intentaron asaltar. ¿Dónde estaba la Cañada Real de los medios?

No pretendo idealizar un bario que está sumamente afectado por la infravivienda, el chabolismo, la suciedad, el aislamiento, la especulación, la pobreza y la falta de acceso a los recursos públicos. Un barrio que ha sido maltratado y marginado desde los Ayuntamientos, y que carece de infraestructuras para dar ayuda y servicio a sus habitantes.

Tampoco niego la existencia de venta y consumo de drogas o la inseguridad, aunque estos problemas se concentren en un único sector.

Simplemente, os cuento como de estafada me sentí.

La Cañada, se ve a sí misma como un barrio. Los muros estaban llenos de pintadas que denunciaban los derribos. La Cañada era suya, de los vecinos. Y no de los grandes clanes de la droga o de gitanos autoritarios que se habían hecho con el barrio a golpe de violencia. Allí había de todo, había inmigrantes, había españoles, había gitanos, asociaciones de vecinos, ONGs, incluso había un puñado de antropólogas investigando. La calle estrecha y sin asfaltar, embarrada en algunas zonas y atravesada por una autovía, era de todos ellos.

Todo esto me llevo a buscar de donde salía mi idea de la Cañada Real. De hecho, ¿cómo podía tener una idea de la Cañada Real si no había estado allí antes? Obviamente, la televisión había ayudado en esta labor. No sé si las noticias sobre las operaciones policiales, la droga, las historias de vida de los toxicómanos y todos los reportajes de la Cañada en general respondían al sensacionalismo que empapa hoy en día a los periódicos. También puede ser algo mucho más retorcido. Los medios han creado un gueto en Madrid y eso da mucha audiencia.

La Cañada se ha construido desde las administraciones y la televisión como un barrio peligroso, de delincuencia y de gitanos, aprovechándose del racismo crónico español para con ésta etnia. No es la primera vez que esto ocurre. Este mismo proceso de criminalización se da también en otros barrios marginales. No solo de España, sino de todo el mundo. Se dio el mismo proceso en los años 60 con la construcción del barrio del Pozo del Tío Raimundo. Se da en el Bronx de Nueva York y en las Favelas brasileñas. Culpar al propio barrio de su situación, a sus vecinos, es mirar hacia otro lado.

Los derribos no han sido aleatorios. Han servido para acallar y enfrentar a un barrio que trataba de luchar y organizarse.

Los medios de comunicación se han encargado de darnos la imagen adecuada para que no empaticemos con ellos. No son personas, son delincuentes. Los derribos son legítimos, la criminalización es aceptada. La Cañada Real Galiana es una mancha en la “marca España”.

Nosotros, por otro lado, nos hemos encargado de engullir los documentales, las noticas, los titulares. La Cañada no es suya, es nuestra, porque allí solo hay mala gente y ese espacio es público, o eso nos hacen pensar.

La administración se ha aprovechado de esta situación y se ha dedicado a especular con la Cañada. Eurovegas, zonas verdes. Todo nos va a parecer mejor si creemos que solo es un foco de delincuencia, suciedad y drogas. No nos indignamos, no protestamos. La Cañada Real ha sido desnaturalizada. Ya no es un barrio afectado por el abandono de los servicios sociales, la pobreza y por la situación política y económica del país, ahora es un problema.



Retomando mi paseo, ahí estábamos las diez antropólogas, caminando botella de agua en mano y con crema hidratante en la nariz y los hombros, esquivando los charcos. Algo raro estaba pasando. La gente nos daba los buenos días, queríamos correr, ¿dónde estaban los delincuentes? 




sábado, 17 de mayo de 2014

A-la-mier-da


Por casualidad miraba por la ventana. Por casualidad y por aburrimiento. 

Y en lo que miraba la nada que había detrás de mi ventana, vi un diente de león volando. Parecía estar bailando en el centro del patio. Un espectáculo privado para los fans de la primavera y el amor, entre los que no me cuento. 

Con mi nariz roja y asqueada de tanto querer y dejar que te quieran, soplé. Soplé y tiré a aquel pomposo y glamuroso diente de león de su escenario. A la mierda. A la mierda la primavera, las flores, todo.

A-la-mier-da.

Pero ahí seguía, flotando ante mis narices, como queriendo darme una lección o algo. Lo traté de cazar y me sentí francamente estúpida. Con los aspavientos de mis brazos solo lo hacía volar más y más alto. Vueltas más grandes, incluso se marcó un spagat el cabrón. 

Obviamente no iba a dar caza a la primavera, ni a ninguna de las frustraciones que me causa. Pero en el calentón del momento, me asomé a la ventana y le lancé una bola de papel que fue a parar a la terraza del vecino. A la frustración se le sumó una carga de vergüenza empapada en "me cago en todo". 

El diente de león, como ofendido, se dio la vuelta y se largó. Y el viento, ese malnacido, lo empujó hasta mi ventana y me lo puso en las narices. Que desgracia de día. A manotazos lo alejé de mi nariz bastante afectada ya por los chopos y sus insistentes ganas de polinizarme. 

A-la-mier-da.

Cierro la ventana, los ojos, los pulmones. Me niego a respirar mientras las plantas y  las parejas no abandonen sus ritos de apareamiento y las manitas en el parque. 

BASTA YA, CHOPOS. BASTA YA, PERSONAS.



jueves, 8 de mayo de 2014

Depresión "post-parto sentimental"


Lo sueltas. Abres la caja de Pandora, el cajón de la mierda, el baúl de los recuerdos. Abres la boca, el corazón, los pulmones, tu mente y expones todos y cada uno de tus sentimientos, reproches y, yo que sé, de todo un poco. 

Antes te lo has pensado, le has dado forma. Has colocado cada cosa en su sitio. Las frases son perfectas, perfectamente dramáticas. Todo es un intento por desbordar el alma y que se quede limpia, lisa, en calma.

Llevas meses acumulando gritos, esquizofrenia, celos, llantos, agresividad. Y estalla. Estallas. Cada palabra que escupes es una tormenta, cada sílaba una gotita de agua mojando al de enfrente. Un micro-fenómeno natural, catastrófico, en tu propio cuerpo. 


Y una vez fuera, una vez desahogado, te quedas vacío 
Ya no hay nada dentro. 


La vida se hace más simple y eso te deprime. Te quedas un poco más solo cuando dejas de convivir con tus demonios. Y es difícil superar su ausencia, al fin y al cabo eran compañía. La soledad te invade, te come el alma y te ahoga en nada. Nada en que pensar, nada de lo que quejarte, nada que detestar, nada que te haga vibrar. Absoluta y exasperante Nada. 

Y la Nada no es compañía, no es amiga, no te escucha. Resuenas en ti mismo como si estuvieras hueco. El eco te devuelve las ideas, como Correos te devuelven las cartas que no llegan a ninguna parte. 


Una vez gritas y todo se escapa de tu boca, ya no hay manera de que vuelva pa' dentro. 
Y eso, te jode. 





DEPRESIÓN "POST-PARTO SENTIMENTAL"