miércoles, 3 de abril de 2013

Cierra los ojos


Caigo rendida en la cama, cierro los ojos y de pronto me encuentro en un lugar extraño, tampoco es mi cama. Todo es luz cegadora hasta que mis pupilas se contraen del todo. Me giro sobre mi misma. No reconozco el lugar y entonces percibo movimiento por el rabillo del ojo. Una especie de luz alargada se escapa. Dobla una esquina que antes no veía. Lo sigo, aunque no sé por que, pero no encuentro nada. 

De hecho, encuentro todo, toda una plaza llena de luces, ninguna es la mía, la que de mi se escapaba. Sigo buscando, pero ahora que está lejos se me hace difícil moverme, apenas puedo coordinar mis pasos. Otros dirían que el aire está viciado, se fijarían en que el suelo es pegajoso. Yo sin embargo no paraba de pensar en esa luz. 

De pronto todas las luces se apagan y me tiran al suelo del susto. En el centro de la plaza solo quedo yo y lo que parece una mancha en uno de los bordes. Me acerco, y al llegar me encuentro con una escalera negra, de caracol, alta y estrecha que parece llevar a un piso de arriba que antes no existía. Ahora voy rápido, ya no noto el aire espeso y mis pasos se han vuelto ligeros. Cada peldaño se me hace más fácil que el anterior. Y ahí esta otra vez, mi luz doblando una esquina. 

La sigo, aunque no sé si eso es lo que quiere o si, simplemente, huye de mi. Sea como fuere allí estoy yo, apunto de encontrarme con ella. 

Abro la puerta despacio y asomo la nariz primero y después los ojos. Sentado en una silla me espera alguien, que ya no es luz y que me da la espalda. Es mi luz, mis tonterías, mis musas, un poco de todo. 



Nunca sé si llegó a girarse, solo recuerdo que me desperté y no estaba sola, la luz volvía a cegarme, aunque esta vez sabía que venía de la ventana que daba al parque, estaba en mi cama, en mi casa, Madrid, 2013. Todo controlado. Pero ¿y si? No podía ser...


Me giré sobre mí misma rápido y con miedo, a mi lado él. No se había ido. Menos mal.