Son ganas de morir y matar, de reír y llorar.
Es tristeza y miedo, es dolor y liberación.
Pero sobre todo, es llanto.
Llanto del que arde en las mejillas,
lágrimas de las que te queman la piel,
el alma y los ojos.
Es una mirada de no haber dormido,
de no haber comido,
de no haber vivido.
Es valentía y cobardía.
Pero tampoco es nada. Ya no.
No quedan risas ni sonrisas.
No quedan llamadas ni perdidas.
No queda nada, y en la nada,
ya no hay nada por lo que luchar,
y entonces, vuelve a ser llanto y fuego.
Yo, que creí que podías volar,
yo, que confíe hasta explotar.
Yo, que me quedé en las malas.
Pero tampoco soy nadie. Ya no.
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