lunes, 31 de diciembre de 2012

"TUS LABIOS"


Desde el momento en que naces, tu vida deja de ser tuya. Tu madre postrada en la cama, sudando, llorando del dolor pasado y la alegría de tenerte ya aquí, tu padre, junto a ella, con los ojos aguados, sujetando la mano de la mujer a la que ama, y tú, en ese momento, no eres libre, eres suyo, y es justo que así sea. Acabas de ser sumergido en una red de relaciones de amor, odio y otras contradicciones, y desde ese mismo instante las decisiones que tomes a lo largo de tu vida dejaron de ser tuyas, y pasaste a compartirlas con los que te rodean. Y no hablo de que el hombre no pueda ser libre, sino más bien de que el hombre no quiere ser libre en ese aspecto.

Cuando de niño, tu mejor amigo te sujeta del brazo, arrastrándote por el patio en busca de ayuda,  porque te caíste y tienes la rodilla magullada, jadeando y angustiado porque tu sangre le mancha sus pantalones nuevos de pana habiéndole advertido su madre esa misma mañana que pobre de él si los traía sucios a casa, , tu vida es tan tuya como suya. Y no es una injusticia, ni nos debemos sentir ofendidos por ello. Al fin y al cabo, tu libertad está a salvo en las manos de alguien capaz de manchar sus pantalones a riesgo de perder la merienda o el postre.

Y cuando conoces a la mujer de tu vida, y se sienta frente a ti cada mañana, te acaricia el pelo por las noches hasta que te duermes, te ama, conoce cada uno de los detalles de tu cara, tu cuerpo y tu alma, y daría la vida por ti, tu vida, en el momento en que cruzasteis la primera mirada y te acercaste a hablarle, se convirtió en suya. Y puede que me tachéis de romántica o ilusa, pero no creo que nunca antes se pueda decir con tanta seguridad que tu vida es suya, y que nadie nunca la cuidará mejor.

Sin darnos cuenta nuestras decisiones les afectan, a todos, a tu madre, a tu amigo, a la mujer de tu vida, y no podemos dejar de pensar en ellos para tomarlas. Sin quererlo, pero a la vez ansiando que así sea, hacemos de nuestra vida, la suya, y cuando le faltamos a alguien, duele, igual que nos duele cuando ellos nos faltan a nosotros.

Nos convertimos en pequeñas hojas de un mismo árbol, que lejos de aislarse, se entrelaza con los demás árboles, creando un bosque de personas: una sociedad. Al final, acabamos por depender los unos de los otros para seguir viviendo, no literalmente, pero si en el sentido más emocional. 


"Y si yo no le tengo a él, seré como la hoja que se resbala de su rama en otoño, perdiéndole me perdería yo. Y aun siendo suya, soy capaz de sentirme libre."







2 comentarios:

  1. Me ha encantado este relato! Es precioso y la forma en la que describes todo simplemente sublime!
    Andy

    P.D: amigo de @WordsJam

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