martes, 28 de junio de 2011

ANDREA IBAÑEZ ORTEGA

Recuerdo esa noche como si fuera ayer...
Íbamos sobre una alfombra mágica, estábamos tú, yo y las estrellas...
Fue tremendo, nos encontramos en New York e hicimos el camino de vuelta a casa juntas.
Intercambiamos una mirada y decidimos no separarnos nunca más. Nosotras, perdidas en nuestra total inexistencia decidimos compartir, la una con la otra, el resto de nuestros momentos...
Y el día de mi nacimiento, el día de mi llegada a casa, no busqué una cómoda cuna en la que dormir, ni el abrazo de mi madre, ni siquiera la comida que su cuerpo me daba, busqué esa pequeña persona con la que compartí mi viaje de vuelta a casa (…)

No sé si se acordará de esta pequeña mentirijilla que conté hace no mucho tiempo. Me inventé como nos conocimos, porque es imposible recordar como lo hicimos de verdad, demasiado tiempo de por medio. Ella, la más mejor de las personas que nunca jamás voy a conocer a la que le he prometido mi futuro y con la que ya he compartido mi pasado, es INCREÍBLEMENTE GENIAL. Extremadamente desordenada trata de ordenar el mundo, idealista como yo misma y sobre todo: Buena amiga.
En 17 largos años de convivencia creo no haber discutido con ella nunca.
Suma y sigue, pequeña. Porque esto no se acaba aquí ¡HÁ! Ya quisieras… J
Y como ya dije una vez, si no me acuerdo de cómo te conocí, me lo inventaré y seguro que no será ni la mitad de maravilloso de cómo fue, pero al menos podrás aferrarte a esa idea. Yo mientras me encargo de inventarme como será el resto de nuestras vidas, porque dentro de, puede que 80 años, tendremos que contarles a nuestros nietos que hicimos juntas…y por ese entonces, tanto tiempo juntas habrá oxidado nuestra memoria, recordaremos las cosas más felices e importantes, y aquellas cosas de las que no nos acordemos…nos las podemos inventar.




No hay comentarios:

Publicar un comentario